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miércoles, 23 de junio de 2010

POLITICA ECONOMICA DE DON JUAN MANUEL DE ROSAS




La política económica de Rosas fue la que realmente provocó el encono de los liberales de la proscripción y de las potencias imperialistas europeas. Al iniciar su segundo período gubernativo el general Rosas se dispuso a concretar en hechos las fórmulas positivas del federalismo. El primer impulso lo dio con la ley de Aduana del 18 de diciembre de 1835. En el mensaje a la Legislatura de dicho año, habló de la falta de protección de que se resentían las actividades nativas, agregando: "El gobierno ha tomado este asunto en consideración, y notando que la agricultura e industria extranjera impiden esas útiles esperanzas, sin que por ello reporten ventajas en la forma y calidad...", había venido a la conclusión de que la ley debía salir al paso de tales anormalidades (Mensaje del gobernador, general Rosas, a, la 13° Legislatura. 31 de diciembre de 1835).
La inspiración de Rosas prescindió de todo cálculo personal o local, poniendo su pensamiento en los artesanos y los agricultores, y en el estímulo de la industria, sectores estos que eran extraños a su actividad de hacendado y a sus negocios saladeriles. Tenía Rosas la visión de la unidad argentina y del progreso de la República, para cuyo objeto no dudó en romper con los intereses extranjeros y en extender una apropiada protección a las iniciativas de la economía nacional.
Con toda razón su sobrino, el general Mansilla, pudo decue "Rosas gobernaba por su Conciencia” (V. Mansilla: Rozas. Ensayo histórico psicológico. Casa Edit. Garnier Hnos. París, 1898) . Conciencia de argentino, conciencia de hombre honrado que advertía la necesidad de proceder, con energía y sagacidad, a destruir los factores que impedían la formulación de un auténtico programa de vida nacional. Rosas no dejó de descubrir la mano de Inglaterra detrás de todas nuestras crisis y convulsiones; y fue paulatinamente desmontando el aparato de coerción y absorción que había montado la tenacidad británica. Todo ello con suavidad y sin apresuramiento, simulando ignorar los verdaderos alcances de sus resoluciones. La Gran Bretaña se revolvió frenética contra el incorruptible gobernante y alentó todos los movimientos destinados a derrocarle. El general Rosas no pudo ser doblegado, pero la escuela liberal se cobró venganza a posteriori, sirviéndonos el plato fuerte de una historia de horrores e improperios que hace reír por lo desorbitada. "Este hombre que reunió lo que había disgregado la diplomacia británica -escribe Scalabrini Ortiz- que procuró reaglutinar los fragmentos dispersos del viejo virreinato, que desunidos eran presa fácil para la diplomacia británica; este hombre, a quien jamás la diplomacia británica pudo vencer ni doblegar, en la historia oficial, que enaltece solamente a los agentes británicos disfrazados de gobernadores y presidentes argentinos, pasa como un tirano sanguinario y egoísta". (Raúl Scalabrini Ortiz: Política británica en el Río de la Plata. 2° Ed. Reconquista. Buenos Aires) ¡Parece mentira que haya argentinos que le hacen el juego a esta historia sucia, trazada al servicio de planes extranjeros de colonización y esclavitud!
Durante el período de su predominio no se contrató ningún empréstito exterior. Desde el malhadado primer empréstito de 1824, (Empréstito Baring) concertado por el señor Rivadavia y sus secuaces con la casa Baring de Londres, el país no reincidió en la mala práctica hasta 1856, después de Caseros. Claro que, a partir de este momento, se inició la carrera desenfrenada de los empréstitos y la República se postró ante sus acreedores internacionales; que era, precisamente, lo que el nacionalismo de Rosas había querido impedir.
El general Rosas inició su segundo gobierno el 13 de abril de 1835. El 18 de diciembre quedó implantada la nueva ley de aduana, que representó una reforma trascendental para la defensa de los más altos intereses nacionales. Por la misma se impusieron derechos aduaneros, que variaban entre el 24 y el 50 por ciento, a toda producción que pudiera entrar en competencia con la nativa. Así, por ejemplo, en materia agrícola, en que prohijaba la industria de granja y los cultivos de yerba, tabaco, azúcar v alcoholes.
Con respecto a la artesanía, gravaba las importaciones competitivas, como las manufacturas de hierro, cuero, plata, cobre y estaño, los artículos de carey, hueso, los calzados y sillas de montar, mantas y frazadas de lana, ruedas de carruaje y toda la vasta gama de la industria de la tejeduría. Muchos de estos y otros renglones quedaban excluidos de su importación al país y se prohibió la exportación de determinados productos, como el oro y la plata en cualquier estado de elaboración. En el caso de los artículos sobre los que pesaban derechos de importación, el mismo no regía para los destinados a las otras provincias.
Daba así Rosas un alto ejemplo de federalismo práctico, cuyos resultados se pudieron palpar rápidamente. Con verdadera satisfacción pudo decir a la Legislatura de 1837: "...como la ley de Aduana no fue un acto de egoísmo, sino un cálculo generoso que se extiende a las demás provincias de la Confederación, también en ellas ha comenzado a reportar sus ventajas" (Mensaje del gobernador, general Rosas, a la 15° Legislatura, 27 de diciembre de 1837)
Buenos Aires se benefició en gran medida con las normas implantadas por Rosas y comenzó a desprenderse de la modorra colonial para iniciar su marcha segura hacia las formas técnicas de la civilización. Durante el período de Rosas se incrementaron las actividades industriales y comerciales, hasta alcanzar el número de 106 fábricas, 743 talleres de artesanía y 2.008 casas de comercio, según el censo hecho posteriormente a su caída, en 1853. La industria del azúcar de Tucumán, que languidecía en 1835, contaba con 13 importantes ingenios en 1850. La industria textil del algodón tenía fuerte arraigo en Catamarca, La Rioja, Salta y Jujuy, y la de géneros de lana en Córdoba. En las provincias de Cuyo se afianzó la industria vitivinícola y en las litorales la de embarcaciones. Todo el país, pese a la inexistencia de una Constitución y un Congreso nacionales, recibió el estímulo y los bienes que derramaba la sabia política económica de Rosas. Pero los ideólogos liberales, que desprecian las experiencias de la vida práctica y se extasían en la boba adoración de "los principios", siguen abominando de Rosas y condenan su política aduanera y fiscal que puso a la República en el camino de la unidad, la solidaridad y el progreso.


Fuente: La Gaceta

Tomado de: http://largentinaposible.blogspot.com/

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